* Esta fotografía fue tomada durante la celebración de un cumpleaños en Cabo verde donde algunas de estas emociones estuvieron presentes vibrando con mucha intensidad.
Este post es un trabajo conjunto de Inmaculada Aparicio y María José Pedraza, emprendedoras y coaches, ambas fuertemente motivadas a aportar al crecimiento personal. Resulta curioso leer sus biografías y descubrir palabras casi idénticas al hablar de su motivación. Dice Inma en su perfil de linkedin “Creo en las personas, en su potencial ilimitado y en la capacidad de toda persona de producir cambios en su vida” y encontramos en la web de María José “Consciente del gran potencial humano, me motiva acompañar a las personas para despertarlo”. Es evidente que estaban destinadas a encontrarse y trazar lazos de colaboración y este post es el comienzo de ello. Desde la antigüedad hasta hace unos pocos años, las emociones han sido consideradas como algo negativo, algo opuesto a la razón. Las múltiples clasificaciones acababan en ocasiones oponiendo la razón a la emoción. Un ejemplo de ello era cómo Platón comparaba al ser humano con un auriga cuyo carro era tirado por dos caballos: la emoción y la razón. Una metáfora más actual que la ofrecida por Platón es la utilizada por Greenberg, según la cual el ser humano es como un vehículo en el cual la emoción es la gasolina y la razón es el volante.
Hoy en día, cada vez comienzan a cobrar más importancia las emociones. Existe un mundo emocional en nuestro interior y es importante saber gestionarlo, reconocer nuestras capacidades de crear y transformar emociones en nuestro interior así como comprender y desarrollar la consciencia, practicar nuestra presencia, etc. Las emociones están desde siempre, hemos nacido con ellas y no podemos ignorarlas. Es una vibración que se contagia y es observable: se detecta en el rostro de la persona, en el cuerpo, etc. Por otra parte, iguales comportamientos se interpretan como emociones diferentes según las distintas culturas, lo que indica su carga cultural en términos de cómo cada cultura o sociedad las interpreta. Y, a partir de ello, cada individuo elabora su propio código emocional. Las emociones son individuales, pero es cierto que tienen un trasfondo cultural al que como coaches necesitamos estar atentos/as. Gracias a nuestra capacidad cultural, nos convertimos en personas y damos sentido a la existencia mediante las creencias, costumbres, tradiciones, estilos de vida, u otras formas de conocimiento que conforman la cultura. De acuerdo a la cultura, vamos elaborando nuestras formas de pensar, sentir y hacer, que van dando sentido y significado a nuestra realidad.
«El ser humano es como un vehículo en el cual la emoción es la gasolina y la razón es el volante.» – Greenberg
Por ello, es importante tener presentes el espacio o contexto donde se opera así como nuestro aprendizaje emocional interno o subjetivo. Las emociones se han clasificado siguiendo numerosos y variados criterios. Hay muchos tipos de emociones pero no podemos hablar de emociones buenas y malas. Todas las emociones en todas partes del mundo ocurren de manera natural y no somos responsables de que aparezcan pero sí de lo que hacemos con ellas. Así que te animamos a ir observando el mundo emocional, la conexión entre lenguaje y el mundo emotivo…Emociónate, observa tus emociones, acéptalas. Siguiendo uno de los libros que recomendamos, “Martes con mi viejo profesor” de Mitch Albom, donde el autor recibe una de las mejores lecciones de vida de un antiguo profesor, Morrie Schwartz, que en el tránsito hacia su muerte por enfermedad se revela como un maestro existencial, os invitamos a practicar esta consigna incluida en dicho libro:

“Abre el grifo. Lávate con la emoción. No te hará daño. Solo puede ayudarte”.
De esta forma, vamos dando paso a una comunicación y una relación más consciente, madura y responsable, y menos reactiva. El Mindfulness se revela como la herramienta por excelencia para ejercitarnos en esa observación atenta a nuestra realidad interna y, concretamente, a nuestras emociones. Observar qué emoción se despierta o se desencadena dentro de mí ante determinados hechos activa mi responsabilidad para dar una respuesta más consciente, menos reactiva. Para ello, es necesario que, junto a esa observación atenta desde un plano de observador/a testigo/a, cultivemos una mirada de aceptación, amabilidad, comprensión y no juicio. Se trata, pues, de desapegarnos de nuestras emociones. No soy mi emoción. Soy esa conciencia que observa a la emoción. Y desde esa observación atenta, ecuánime y serena, puedo decidir qué hago con mi emoción, siendo premisa el respeto a uno/a mismo/a y a los demás.
En este sentido, podemos ir tomando conciencia de cómo muchas de esas viejas reacciones emocionales guardan relación con heridas del pasado, de nuestra infancia e historia de vida. Tan es así que Michael Brown, en su libro “El proceso de la presencia” indica que el mapa emocional de una persona se forma en los siete primeros años de vida y el resto de circunstancias sólo hacen evocar emociones que nos reconectan con ese mapa emocional temprano. Nuestra reacción inconsciente, pues, puede ser muy similar a la que tuviéramos en esos primeros años de vida, cuando aún éramos niños/as, a menos que uno/a comience, a través de la práctica de la Atención Consciente, de manera formal (meditación) o informal (respiros conscientes y observación atenta durante la actividad cotidiana), a ejercitar esa observación atenta y esa mirada mindful compasiva y amable. Es desde ella que podré trascender esos esquemas o patrones infantiles para poder actuar como un adulto maduro y responsable.
El Mindfulness es una herramienta excelente para observar nuestra realidad interna y, en concreto, las propias emociones
Así, el enfoque transpersonal, nos invita a trascender el ego, entendido como esa serie de patrones de personalidad que construimos en los primeros años de vida para sentirnos seguros/as y capaces frente a las circunstancias que nos tocó vivir (actitud de nuestros padres, expectativas, estilo educativo…) en la noble búsqueda de obtener aprobación y amor. Sin embargo, esos patrones, nos mantienen esclavos, limitados, encorsetados. Y uno/a, al tomar conciencia de ello, puede abrirse a la posibilidad de ampliar su repertorio emocional y comportamental de una manera más acorde a su realidad actual. En este sentido, mindfulness y enfoque transpersonal nos invitan a agradecer por lo recibido y vivido y desde esa gratitud y perdón compasivo, tomar las riendas de nuestra actual vida responsabilizándonos de nuestras emociones y, sobre todo, de lo que hacemos con ellas para preservar nuestro propio cuidado y el cuidado de quienes tenemos cerca, habida cuenta de que somos interdependientes.

Para terminar, te invitamos a convertir tus Propósitos de Año Nuevo en pequeñas acciones personales que puedas emprender para poner mayor atención en tu Vida, escucha y gestión de tus emociones y conexión con tu Esencia. Tal vez te ayude, reflexionar antes sobre estas cuestiones:
¿Cómo deseo relacionarme con los demás?
¿Suelo expresar mis sentimientos?
¿Qué mecanismo puedo integrar en mi vida cotidiana para serenar mis emociones?
Si conoces a alguien a quien le pueda interesar nuestro artículo, te agradeceríamos que lo compartieras ¡Gracias!
Suscríbete a nuestro blog:
María josé Pedraza Heredia
www.mariajosepedraza.com
Inmaculada Aparicio Gutiérrez
www.motiva-te.com
Si conoces a alguien a quien le pueda interesar este artículo, te agradecería que lo compartieras ¡Gracias!
Suscríbete a mi blog y recibirás un Ebook con 5 herramientas de motivación para marcar tu rumbo y recibir mis nuevos posts.
Introduce tu email:
Otras entradas
Síguenos en las redes sociales